La construcción (homenaje a Frank Kafka(, t-mixta/tabla, 1997,
La construcción (homenaje a Frank Kafka), t-mx/ tabla, 1997?, ( la foto es mala, pero no encuentro otra)
La casa más secreta. En principio no es un homenaje a Kafka, sino más bien a Rilke, pero encaja aquí, t.-mx/cartón, hacia 1998.
La casa más secreta, (detalle), buena foto!)
IX. La construcción.
La “estructura” fue uno de los secretos de Kafka mejor guardados, lo que explica que, hasta el presente, no se conozcan los cuadernos de trabajo o documentos en los que se puedan apreciar los esquemas de las estructuras de sus obras. Estos materiales, que debieron ser voluminosos, lo más probable es que hayan desaparecido devorados por el fuego. Una pérdida lamentable porque en el “taller de Kafka” se encontraban valiosos descubrimientos literarios, verdaderos tesoros del oficio de escritor, taller que, además, daba fe de los ingentes esfuerzos que le demandaba a Kafka la escritura de sus obras, de lo cual dejó numerosos testimonios en los Diarios. Pero la “estructura” era su máximo orgullo y no la rodeó de un silencio absoluto, refiriéndose a ella alegóricamente, como era su estilo, en narraciones como La construcción y Preocupaciones de un jefe de familia.
La construcción, escrita en el último año de su vida, se inicia con las siguientes palabras:
“He presentado la obra y me parece bien lograda. Desde afuera sólo se ve un gran agujero que en realidad no conduce a ninguna parte, ya que a los pocos pasos se tropieza con roca. No quiero jactarme de haber ejecutado esta treta en forma deliberada; es más bien el sobrante de uno de los numerosos y vanos intentos de construcción, pero finalmente, me pareció ventajoso dejar este agujero sin rellenar. Desde luego hay astucias que, por sutiles, se aniquilan por sí solas, eso lo sé mejor que nadie, e indudablemente constituye una audacia llamar la atención con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno de ser investigado. Sin embargo, se equivoca quien crea que soy cobarde y que sólo por cobardía ejecuto la obra. A unos mil pasos de este agujero se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso, tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente, alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría al aire y quien tuviera ganas —nótese, sin embargo, que se requerirían dotes no demasiado frecuentes—podría penetrar y destruirlo todo para siempre.”
En La construcción —que podemos considerar su testamento literario—, Kafka expresó los temores que lo asaltaban de sólo pensar en la posibilidad de que sus enemigos —los lectores—, pudieran penetrar en su madriguera, la “estructura”, en cuyo interior quería permanecer oculto y solitario, protegiendo su intimidad, pues “la he hecho para mí, no para visitantes”. Pero Kafka estaba perdido; su fortaleza no era inexpugnable: bastaba que un ser insignificante, “cualquier pequeño ser repugnante” lo siguiera con curiosidad, para que, “sin saberlo, se convierta en el guía del mundo contra mí”.