Y yo me preguntaba...,t.mx-tela, 81x100, 1997, obra de Mateo Santamarta.
"/.../El cabello enmudeció...¡Y yo me preguntaba quién podía ser su amo! ¡Y mis ojos se aferraban a la reja con más fuerza!...Pronto estalló el trueno: una luminosidad fosfórica penetró en el cuarto. Retrocedí a pesar mío, por no sé que instinto premonitorio; aunque estaba alejado de la ventanilla, percibí otra voz, pero ésta tenue y humilde como temerosa de que la oyeran: "¡No brinques de esa manera! ¡Cállate...cállate...si álguien llegara a oírte! Te volveré a colocar entre los otros cabellos, pero espera primero a que el sol se oculte en el horizonte, a fin de que la noche encubra tus pasos...no te he olvidado, pero te hubieran visto salir , y yo me habría comprometido./.../
Cantos de Maldoror, (Canto tercero); Premiá editora : la nave de los locos. Traducción y notas de Aldo Pellegrini.
Más admirado que comentado, aprehendido pero no explicado, por mucho tiempo los
Cantos de Maldoror resistió al asombro y por una razón que se encuentra en el corazón de una obra como esa. Porque leerla supone el consentimiento exaltado a una lucidez furiosa cuyo movimiento envolvente, perseguido sin tregua, no se deja reconocer más que a su término y como cumplimiento de un sentido absoluto, indiferente a todos los sentidos momentáneos por los que, sin embargo, debe pasar el lector para alcanzar el reposo de una suprema significación total. Movimiento ya singular. Pero leer este libro es más extraño aún...La lectura de
Maldoror es un vértigo. Vértigo que parece el efecto de una aceleración de movimiento tal, que el círculo de fuego en cuyo centro nos encontramos produce la impresión de un vacío en llamas o de una inerte y sombría plenitud. Pronto nos veremos en el seno de una conciencia sarcástica, superiormente activa, a la cual es imposible sorprender en falta.
Maurice Blanchot. (Premiá editora)